jueves, 20 de octubre de 2011

"Al alma hay que darle de comer...

... un poco se azúcar del estero, un poco de risa y caramelos"

Puede que no lo entiendan o puede que me consideren exagerada, pero si no lo sienten como yo lo siento, el gasto de dinero vale absolutamente NADA.

La espera por escuchar en vivo esas canciones se vuelve mínima al lado de la satisfacción al llegar el momento, tratar de explicar lo que siento resulta inmensamente complejo.

Es como si mi alma naciera, como si la razón saliera flotando por mis oídos a la vez que los acordes y la voz me consumen, como mi cabeza solo procesa las letras y el sentido enorme que tienen. Mi corazón se estremece sobre todo ahora, que por mi mente ningún rostro se aparece, lo que hace que la música resuene en su máximo esplendor.
Mi cuerpo flota y mis manos tiemblan, siento como mis ojos brillan y reflejan el rostro de mi artista amando lo suyo, amando su arte, entregándola y produciéndola para mí, para volver a sentir. Sentirme llena y a la vez vacía, ganas de llorar y a la vez de reír.
Es no querer salir de ese estado anímico perfecto nunca más y todo pierde importancia y solo necesito vivir, nada más que vivir esa emoción que me consume, la que deriva en paz absoluta.

Salgo más liviana de un concierto, la carga se fue junto con la melodía por la sala... se extendió por cada rincón. Es la terapia, aunque momentánea, más efectiva y ya la tuve dos veces este mes, aun así me parece poco.
Lo desagradable que resulta luego volver a tocar tierra, salir de ese estado perfecto me pone de mal genio, como si fuese la culpa del resto el que el momento no fuera eterno; mi alma se está quebrando y desintegrando, pero aun así me quedo con la sensación, con el corazón apretado y mi estomago dando vueltas agradablemente.
Me quedo con las horas en que conseguí lo que siempre anhelo iconscientemente: escapar de lo que no me gusta ser y estar solo conmigo, con lo verdadero de mí.

No hay sensación que conozca aun, que se parezco a esto... es única y para mí, lo es todo.


Gracias Jorge Drexler, Javier Barría y
Lisandro Aristimuño, sus canciones
y su entrega son gran parte de mi vida y mi ser.